Sábado 23 de Noviembre de 1957

Ni buen fuego ni mal hielo. Sólo un vacío, roído por la fatiga y por la espera.
Soñé que todos me abandonaban.
Sólo tú. Flores perseguidas por monstruos nacidos del barro. Sólo tú. En el triste lamentar de la tarde cuando lágrimas en mis manos me anuncian que vivo.
Hay olor a viejas melodías. Sábado tristísimo. Quisiera querer. Deseo deseos. He aquí un problema más, tal vez el esencial, recién ahora afluido a la conciencia.

Y por todas partes la vieja carencia. Una melodía suavísima, tierna hasta el llanto. Una melodía que impulsa a tirarse al suelo y comenzar a llorar hasta la muerte de la eternidad. Por todas partes una herida inmemorial, una insatisfacción angélica, algo con plumas y con espumas, algo sin palabras, anterior a la palabra.

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