Sábado 24 de Noviembre de 1960

Todo sustituible. Todo reemplazable. Todo puede morir y desaparecer: detrás están los sustitutos, como en los parques de diversiones esos muñecos que caen a cada tiro de escopeta y son súbitamente sustituidos por otros y otros. Es decir, que no hay nada que obligue a vivir, ni nada que desobligue. Todo o casi todo es mentira porque cae o puede caer. Lo único que es fiel es esta sed de algo por lo que vivir. Pero tampoco lo es absolutamente puesto que está entre otras sedes y hambres y se alterna con ellas, y puede desaparecer por varios años y reaparecer.
No creo en nada de lo que me enseñaron. No me importa nada. Sobre todo no me importan los convencionalismos y el demonio sabe hasta dónde y hasta qué extremo infecto somos convencionales.
Convencionalismos poéticos y literarios.
Hasta el ser joven en un convencionalismo. Y la rebelión y la anarquía pueriles. Y el mito del poeta. El mito de la cultura. Hasta el comunismo y el socialismo de mis amigos es un nauseabundo convencionalismo. Como si se pudieran cambiar las cosas hablando y negando. Yo estoy en contra. Ni religión ni política ni orden ni anarquía. Estoy contra lo que niega la verdadera vida. Y todo lo niega. Por eso quiero llorar y no me avergüenzo o sí me avergüenzo y quiero esconderme y hasta tengo vergüenza de suicidarme.
Las luchas o contiendas poéticas de Bs. As. me hacen reír, ahora que estoy lejos. Arte de vanguardia, sonetos dominicales. Todo esto es tan imbécil.
Minúsculas, puntuación y rima. Como si alguno se hubiera despertado, una mañana, con ganas de bañarse en alcohol y prenderse fuego porque las palabras no dicen, y el lenguaje está podrido, está impotente y seco. Mis jóvenes amigos vanguardistas son tan convencionales como los profesores de literatura. Y si aman a Rimbaud no es por lo que aulló Rimbaud: es por el deslumbramiento que les producen algunas palabras que jamás podrán comprender. Además, las contiendas literarias sólo las hacen los que están contentos y bien instalados en este mundo. Es una actividad suplementaria, un hobby nocturno, mientras se está en la cama reposando, tomando café o whisky.
Todo esto es tan idiota. Y yo, yo también hablé. Yo también abrí la boca y la llené de miasmas. Pero ahora sí. Ahora sé que no me importa nada. Ahora sé que todo me importa y quiero reventar y quemarme y estallar. Porque esto no es la vida. Y esto no es la poesía. Y quiero cantar y no hay qué cantar, a quién cantar. Sólo hay mierda y a la mierda se la insulta. Pero yo quisiera cantar.

16 de Noviembre de 1960

Tuve un trompo. Un trompo que giraba. Muchos juguetes viejos y arruinados de antemano. No es que yo los gastaba y rompía: me los daban de esa manera.
La bicicleta mágica. El lápiz que dividía y multiplicaba solo, de por sí.

Sábado 11 de Noviembre de 1960

Huida de mi casa en 1955. Mamá me buscó en lo de Arturo Cuadrado. La imaginé angustiada como en mis peores momentos, en mis estados horribles. No sé si durmió las noches de mi ausencia. ¿Pensó que tal vez me iba para siempre? ¿O conocía mi poca seriedad? Pero ¿por qué estoy tan segura de su angustia? ¿No se habrá sentido, más bien, culpable? No. Nunca se sintió culpable respecto de mí. Y todo lo que hice toda mi vida no fue más que una larga demostración —ante ella: la sorda, la ciega— de su enorme culpa. Pero tal vez no es a ella a quien quise convencer sino a mí. Tal vez necesito de culpables para no morir de absurdo, para no aceptar la realidad, la verdad desnuda: no hay culpables, no hay causas malignas ni monstruos preocupados en perseguirte y hacerte daño, lo único que hay es nada. Nada. Nada. ¿Es que acaso lo comprendes? Casi lloré al pensar en su rostro lloroso a causa de mi huida. Y la segunda fue venirme a Francia. Esta vez no podía tomar el tren a las seis de la mañana y buscarme en lo de Arturo Cuadrado. Pero tal vez mi triunfo de esclava sería que me viniera a buscar a París. Si lo hiciera creo que me pondría yo tan idiota que hasta perdería el habla. Me veo a los cuarenta años en una plaza con ella, yo jugando (como los idiotas) con una flor rota o una piedra y ella gritando, diciendo que me voy a ensuciar y le voy a dar más trabajo aún del que le doy. Debo releer El retorno del hijo pródigo. Muchas veces me imaginé cómo me expresaría si fuera pintora. Lo sé: como Emil Nolde. Hoy vi las bailarinas (rojas, malvas, deformes como seres no nacidos aún) huyendo y danzando entre velas y cirios enloquecidos por un viento lila y azul y celeste y violeta. También vi algo de Munch, que asocio fuertemente con Kafka. Esos rostros vacíos a causa de un miedo paralizador, avanzando por una avenida transitada por seres-sombras, cuerpos sin caras. Esos rostros fijos, «con el miedo pegado a la piel como una máscara de cera». Lo más impresionante es la perfección fúnebre de su vestimenta. (Mi sueño con mi padre que se viste con más elegancia que nunca, cinco minutos antes de acudir a su cita con la muerte.)
Entonces, después de mi deseo de llorar de miedo por el miedo improbable de mi madre a causa de mi evasión pensé en esa persona de la que no quiero enamorarme. Y las ganas de llorar subieron porque supe, más que siempre, que esa persona puede salvarme, si tan sólo me amase. Lo cual es imposible porque si me ama desaparece su imposibilidad y mi amor, por consiguiente.

Viernes 11 de Noviembre de 1960

¿Quiénes aman a don Quijote? Los cuerdos, los lúcidos. Los que se le parecen lo viven con malestar.
Me miré en el espejo. Parezco Dylan Thomas antes de morir, cuando decía: «Quiero desgarrar mi carne».
Anoche, mientras hablaba con las sombras, comprendí algo de lo que me pasa —había alguien en mí científicamente lúcida— . Yo decía si todo esto vale la pena, puesto que me voy a morir muy pronto. La respuesta fue la de siempre: «Si alguien te ama no morirás pronto; vivirás muchos años y tu vida crecerá como la higuera de Rilke». Pero la realidad es otra. Nadie me ama a pesar de mí, contra mí. Nadie me atraviesa como a un escollo, condición de este amor esperado y jamás hallado.
Caída en las «noches blancas». Metamorfosis. El ratón se sueña ibis de la China. Alguien vendrá a castigarlo: no un gato ni ningún peligro conocido. Lo harán sufrir porque no acepta ser ratón y además (y sobre todo) porque habiendo osado pensarse ibis de la China, sufre, siente miedo y espera que lo castiguen por eso. ¿Qué sucedería si no tuviera miedo de soñarse otro?

6 de Noviembre de 1960

Despierto alegre. Tal vez a causa de ello, imposibilidad de escribir un poema. Entonces, ¿alianza definitiva entre la angustia y la poesía? No. Hay un plano que está más allá del estado anímico del poeta. Ese plano es habitado por los poetas adultos, los enamorados de la forma, los que creen, y hacen y se hacen en y por la poesía a causa de ella misma: no como sustitución sino como creación.

Martes 1 de Noviembre de 1960

Un rostro. Un rostro que no recuerdo, ya no está en mi memoria. Ahora es el combate con la sombra, con las nubes difusas y confusas. Le he dado todo. Lo hice y lo puse en mí. Le di lo que los años me quitaron, lo que no tengo, lo que no tuve. Ahora falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro, que no recuerdo.
No podrá conmigo ese rostro. Es tarde para andar otra vez invadida por una presencia muda. Ya no más los amores místicos, un rostro clavado en el centro de mí.
Pero sé que mi vida sólo tiene sentido cuando amo como ahora no quiero amar, cuando intento un rostro y un nombre, que colorean mi silencio, que me permiten seguir buscando y no encontrando, que me permiten lo que de otra manera es hastío, tiempo en que nada pasa.

31 de Octubre de1960

El cielo ausente, sin nombre. Hubo árboles junto al río. El verde duro de las hojas erguidas. Ramas seguras y para siempre en los troncos mudos. Hubo un agua en bloque, posible de dividir en pequeños ríos sin sentido. Sólo los barcos avanzaban y flotaron. Y ello porque no existían sino en mi memoria.
Visita al Louvre. Admirado de nuevo y de nuevo a Lucas Cranach, los flamencos, los holandeses y los alemanes del siglo xv. Conocido Zurbarán. Amado de nuevo a Vermeer y a de Latour. Desdeñado Rubens y Rembrandt.
Sed sin desenlace. Separada del acto de beber, de saciar. Deseo puro. Ángel bebedor. Sed de todo, de todos.

Jueves 4 de Junio de 1960 1

La imagen de un gato que se asoma y comienza a mostrarse pero no termina nunca, su cola jamás aparece, su lomo es infinito. Un gato de millares de metros que saca rollos y rollos de lomo.
Cada vez más temerosa de la locura. Recién, por ejemplo, sentí que dentro de mi cerebro hay plomo, o que mi cuero cabelludo recubre una esfera de metal. Además mi temor de que se me caiga el pelo, de que me crezca una barba, de perder los dientes. La historia de un ser que deviene viejo a los pocos instantes de haber nacido. Pero yo no he nacido aún...
Le envié una carta ridicula y gemidora a O.2 Espero que me responda seriamente, sin consuelos fáciles. Yo sé que la angustia suele engendrar poemas. Pero yo tengo miedo de volverme loca. Miedo y deseos.
Pienso que uno de los motivos por los que persisto viviendo con mis familiares es este famoso temor. Si bien ellos no me dan amparo ni afecto ni nada sino una cortesía lamentable y una benevolencia forzada, creo que me ayudarían —casi digo me ayudarán— cuando llegue, quiero decir, si me llegara a sobrevenir un ataque o cualquier cosa por el estilo. Yo, nada menos que yo, quiero escribir libros, ensayos, novelas, y etc., yo, que no sé decir más que yo... Pero que lo siga diciendo durante mucho tiempo, Dios mío, que lo siga diciendo y que no me enajene en la demencia, que no vaya adonde quiero ir desde que nací, que no me sumerja en el abismo amado, que no muera de este mundo que odio, que no cierre los ojos a lo que execro, que no deje de habitar en lo horrible, que no deje de convivir con la crueldad y la indiferencia, pero que no deje de sufrir y decir yo.


1 Entre abril y agosto de 1960, A. P. vivió en casa de sus tíos, en Cha-tenay-Malabry, un suburbio de París.
2 León Ostrov (psiquiatra).

Lunes 8 de Febrero de 1960

Profunda, constante y obsesiva seguridad de que voy a morir dentro de pocos años. L. leyó las líneas de mi mano y se asombró de la brevedad de la «línea de la vida». ¿Y bien? Todo está bien. Así debe ser.
Fumo y bebo más que nunca. Ya no hay tiempo para recuperar mi infancia. Sólo un poco de indiferencia. Y quiero ir a París cuanto antes.1



1El 11 de marzo de 1960 zarpa rumbo a Francia a bordo del Laenec.