25 julio de 1955

Ojeolos apuntes de Filosofía. Sólo me interesan los párrafos dedicados al Ser. Pasan oleadas de euforia. (¡Quiero estudiar!) Sé que a Él4 le agradaría que yo siga estudiando. Toco mi ca­beza. La siento obstaculizada. Agonizo de deseos de seguir estudiando. Estoy segura que al elegir la facultad, dos años antes, elegí bien. Pero ¡no puedo! Si comenzara de nuevo y abandonara, entonces sería terrible. ¿Más terrible que ahora? ¡Sí! No veo nada. Sé que mi espontaneidad está languideciendo. Ya pasa la época en que mis poemas sean estimados dada mi juventud. Llega el momento de decir algo. Y para «decir algo» tengo que «saber algo». Y yo no sé nada. ¡Tengo que estudiar! ¡Quiero estudiar! ¡Pero temo estudiar en la facultad! Me gusta estudiar sola, sin método, sin programa...

¡No quiero viajar! Me imagino en París y no me gusta. Veo «cerrado». Pero menos me gusta estar acá...

4. «Él» es su amor platónico de entonces.

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