Miércoles 20 de Noviembre de 1957

Tristeza y candor. Deseos de llorar como un niño recién nacido. Inmensa ternura por mí. Ganas de hacerme pequeña, sentarme en mi mano y cubrirme de besos.

Por la impaciencia me perderé. Horrendos problemas li­terarios. Hay demasiados libros, todo ya ha sido escrito, so­bre cada cosa, sobre cada sombra hay millares de libros. He llegado tarde al banquete de la cultura universal, y si bien no me vedan la entrada se divierten proponiendo a mi hambre tal cantidad de platos y de variaciones, que yo ya no sé dife­renciar un poema de una sonrisa, un ademán de odio de una plegaria japonesa. Y en medio de esta orgía de la insatisfacción, rodeada de elementos capaces de satisfacerme, ¿qué hago? Pues abalanzarme sobre todos: el mejor camino para no colmarme jamás. (Pero ¿de qué estoy hablando, de la literatura? ¿De mi amor imposible? Tal vez en el fondo sea lo mismo...)

Llueve sangre.

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