22 de Febrero de 1961

Mi soledad es total, es atroz.

Primera iluminación: no tienes por qué preguntar. Otros más sabios que tú lo hicieron y lo hacen.
Es como si te hubieran invitado. Te mandaron llamar. Naciste. Qué poco es preciso para devenir un desecho, un manojo de frustraciones.
Imagino situaciones horribles para obligarme a actuar. Así la visión de los clochards para impulsarme a trabajar frenéticamente en la oficina (trabajar para no ser como ellos), sin pensar en absoluto en las pocas probabilidades que tengo de devenirlo pues en cualquier momento puedo volver a Bs. As., a mi hogar burgués. Lo mismo el viernes pasado, cuando vi la obra de Brecht y me asusté mucho como si mi caída en el hambre y en la pobreza fueran inminentes.

26 de Enero de 1961

Hoy, cuando el autobús en que viajaba se detuvo, vi por la ventanilla un hombre joven que me miraba con lascivia e interés intelectual. Me angustió y lo miré colérica pero lo miré de nuevo y allí estaba mirándome. Cuando el autobús se puso en marcha asistí asombrada a la apertura de mi rostro que le sonreía hermosamente. Pero cuando no lo vi más me subió el llanto y me dije: «Otro paraíso perdido».

Jueves 19 de Enero de 1961

No comprendo cómo, con mi imaginación excesiva, no escribo cuentos. ¿Por qué no me atrevo a inventar? ¿Qué no me deja crear otro mundo que éste? ¿Quién me adhiere y me fija adonde yo no quiero?
Lo que falla en mí es la continuidad de las visiones, de las alucinaciones. Infidelidad a las imágenes, a lo visto. Restará una criatura freudiana. Pero yo sé que sé más de lo que creo. Yo sé que sé. Eso es indudable.
Un monstruo me persigue. Yo huyo. Pero es él quien tiene miedo, es él quien me persigue para pedirme ayuda.

JUEGOS HORRIBLES
Me dio la pata y grité. Los pelos sedosos cubrían un latido repugnante. Apreté y gritamos juntos. Vi como esperma y aceite. Nos mirábamos con ojos tensos, nos hablábamos con labios de piedra. Vomité de negro: emití una lluvia de lodo. Pero nos miramos de nuevo y nació la ternura. Lo abracé con mis brazos vestidos de una sustancia tan dulce que lloré reflexionando en nuestra mutua destrucción como una guerra mundial entre niños.

18 de Enero de 1961

Mis fantasmas desaparecidos, callado el diálogo con las sombras, ya no importa querer ser otra.
Alguien que enloquece cuando se despuebla su soledad. Lo que hacía antes: hablar con criaturas imaginarias, desconocer absolutamente su situación real, alguien que vivía en una enajenación atroz, que no se daba cuenta de nada, ese alguien enloquece cuando calla el coro de sombras animadas, cuando ninguna voz le habla desde su propia inconsciencia.

Martes 17 de Enero de 1961

Historia de una confabulación de sombras para expulsar de la noche a la pequeña sonámbula.
Sensación del precio del silencio y de la soledad. Trabajar para ganarlos. Como si te prestan la vida, o te la alquilan, y tú la pagas en lentas y dolorosas cuotas. Vocabulario comercial. No otra cosa se espera de una «histérica muchacha judía».
Variante de los sueños de Betina: una muchacha se enamora exasperadamente de un joven. Lo encuentra por azar en la calle y decide contarle que sueña con él desde hace tres meses. Ella conoce Freud y no deja de salpicar su relato con zapatos, barcos, escaleras y grutas ávidas. El joven no se conmueve y bosteza sin disimulo. La muchacha se va llorando porque acaba de descubrir que su objeto amado no es en modo alguno el joven aburrido que la escuchaba apenas sino el otro, el de los sueños inventados para fascinar al que creía amar. Todo esto se complica pues después de un período de amor delirante por el entrevisto en el sueño-mentira descubre que el posesor de ese rostro es alguien que fornicó con ella (en broma) a los ocho años. De ese coito de juguete resta una cara que entrevio ese día en su relato al indiferente, cara que la conmovía tanto por su semejanza con la del padre fantaseado en las largas noches insomnes de su infancia insatisfecha.

Soy yo quien se va
pero eres tú quien me dice que me vaya:
no has venido.

Lunes 16 de Enero de 1961

Comienza a devenir adulta en mi relación con la literatura. Ser adulta quiere decir preferir Ulises al Retrato del artista adolescente, quiere decir considerar en una ficción su inventiva, su desarrollo, su lenguaje; quiere decir no amar o admirar solamente por identificación o catarsis.
¿Y Henry Miller? Ni él es adulto ni sus lectores fervorosos. Suelo pensar que la literatura adulta es la de Borges, par exemple.

Sábado 14 por la mañana. Enero de 1961

Soñé con Octavio P. Yo tenía un automóvil muy grande y muy viejo y no sabía qué hacer con él, dónde dejarlo, adonde ir. Después, Octavio se queda con Towas (¿o era lunel?) Y yo me quedo sola con mi gran automóvil.

Viernes 13 de Enero de 1961

Desperté con estos versos en la memoria:
ó saisons, ó chateaux quel ame est sans défaut.

Miércoles 11 de Enero de 1961

Comienzo a darme cuenta. La economía existe. La política existe. Todo eso existe a causa de que yo no puedo pasarme el día leyendo y haciendo poemas. Pero aún me parece tan absurdo, tan irreal que yo tenga que trabajar para vivir...
Lo que falla en los poetas mediocres es el tono, un cierto ritmo peculiar, algo personalísimo que reconocemos en los poetas auténticos.

10 de Enero de 1961

Almorcé con T. Una pura, una absoluta. Discusión interminable sobre la otredad y la unidad. Yo, naturalmente, fanática de la otra que soy. Por lo que me decía deduje que estuvo hablando de mí con Z., ambos censurando mi reiterada frase: «Yo, que tanto cambié en París». Me gustaría que pudieran sentir, un solo día, lo que yo toda mi vida: morir de incoherencia, de deseos irreconciliables, asistir maniatados y amordazados al caleidoscopio infame que forman las más horribles escenas de infancia sucedidas en una ruptura total con lo inteligible y lo esperado.
Le bleu du ciel, de G. Bataille. Todo libro importante parte de las obsesiones de su autor. Así yo, si no muero muy pronto, escribiré la historia del «rostro que tengo en las entrañas dibujado». Tal vez mi vida es sólo un penoso prepararse a escribir esta historia.
El adorado yo, la infancia cercana, los sueños de gloria, la vanidad.

9 de Enero de 1961

Qué pasó para entrar a cantar, de repente, la canción de la quemada.
Me dolía la memoria, me dolían los ojos, me dolía el espejo en que me miré.
Habían hecho harapos mi amor y mi cordura.
Creía en su rostro y creía en la inocencia detrás de mi mirada.
Me presenté: te doy, te soy.

5 de Enero de 1961

Muro roído, casa donde no hay nada; hay y haber y nada y el muro. Esperar, voces y mi espera, ninguna voz tuya, ausente, ausente, un mar de muros enumerando mi memoria, te espero más desnuda que un muerto, que una palabra.

4 de Enero de 1961

La palabra deseada, la que se hará dulcemente entrar en el viento. Y yo, filóloga inerte, miro izarse a la deseada, virgen innombrablemente mágica en mi cerebro primitivo. Tal vez quise decir «no», tal vez quise decir «sí», tal vez dije «no» porque el «sí» se acopló al viento. (Si el no amanece sí, tant pis pour moi.)
Y he sufrido con las palabras de hierro, con las palabras de madera, con las palabras de una materia excepcionalmente dura e imposible. Con mis ojos lúbricos he pulsado las distancias para que mi boca y las palabras se unieran furiosamente.

3 de Enero de 1961

Si trato de escribir de mí es para conjurarme.

Siento que me acerco al final. No sé si vendrá la locura o la muerte. Hace tiempo que estas palabras se vaciaron para [falta texto]. El pasado me invade. Cae en su maldad más pura; lo que sufrí está aquí. (Imposibilidad de describir concretamente lo que me atormenta).
Y debo escribir de mí, debo tratar de hallar palabras para explicar. Tengo miedo.
Sentimiento de lo provisorio. Escribo rápidamente y miro el reloj. Temo no tener tiempo. ¿Cuánto viviré aún? Leo con urgencia, miro y es vertiginoso. Corro. Adonde corro. Hay un cuchillo, algo presto a decapitarme. Nunca sentí más miedo.

El deseo antiguo, vehemente, procaz y precoz de tocar el sexo de mi padre.
El deseo. No. La obsesión por las llaves de la cocina eléctrica: una vez que la cerraba, que yo sabía que la había cerrado me obligaba a retornar para verificarlo una y otra vez hasta irme llorando de histeria.
Lo más importante es esto: durante mis alucinaciones habituales hubo varias veces la irrupción de un miedo infantil a quedar retenida en ellas, a no poder salir. Varias veces, en noches como ésas grité llamando a mi madre. Ella prendía la luz de su dormitorio y venía a mi pieza, sin inquietud, como si fuera natural que yo sintiera miedo y pesadillas y alucinaciones.
Tengo miedo, le decía.
Acostate y dormí, respondía.
Nunca mencionábamos esos sucesos. (Eran parte de la noche)
¿Cuántos años hace de esto? Dos, tres; no sé.

¿Cómo estudiaba Matemáticas? ¿Por qué daba exámenes tan brillantes? Porque estudiaba para ella.

2 de enero de 1961

Vi una vieja mendiga durmiendo en el suelo abrazada a una muñeca. (Yo no la vi. Mis ojos la vieron.) Por qué esta mujer en el suelo frío, por qué duerme y hace la noche en ella y por qué necesita en su gran oscuridad abrazar a una mueca enorme, nueva, bella, y por qué no duerme sin abrazarse a nada, así como vino a este mundo y por qué la gente necesita abrazarse a algo y en particular esta vieja a una muñeca. Las muñecas no necesitan abrazar viejas para dormir.

EN LA CALLE
Estación vieja, enferma. De ella salen los trenes. De sus vientres salen como el viento, con feroces sonidos y preparativos. La Gare St. Lazare, que le dicen, rodeada de selfservices y créperies (panquequerías, en castizo). Luego hay árboles. No sé si los hay, creo que debe de haberlos. Pero he aquí que yo camino, poeta poetizante en medio de luces verdes y rojas. Miedo. Miedo de esta calle de la Pepiniére. Y no obstante ayer vi algo: en el último piso de un edificio de oficinas había la ventana de una mansarda y yo me dije: es el dios de la lluvia, o el dios de los paraguas, o el de las flores que enloquecen como Ofelia porque el viento triste no las acaricia. Pero era un toldo contra el sol, contra el viento, con¬tra no sé qué cosa pero contra algo. Pero qué importa el toldo si yo me voy a morir, si tengo miedo. Hay gente. Pasan cuerpos. Si pudiera verlos como los veo, es que no puedo explicar cómo los veo, no puedo decirlo con palabras que expliquen. Un fuego, pies, paraguas, libros, bombonerías, alimentos para perros, todo gira, todo gira como en la noche cuando hace frío en mi cuartito de un quinto piso de Saínt-Michel, y yo me cubro, yo me envuelvo, me mezo en mi nostalgia preferida, me abrazo a la almohada y lloro, me avergüenzo de mi edad (la de mis papeles) y no comprendo por qué, tan de repente, ya no soy una niña. Pregúntalo, anda, demándalo, quéjate, protesta. Y después voy a tomar café al Ruc, un lugar burgués dicen pero en verdad lleno de viejas que se traen un sobrecito con café en polvo y sólo piden agua caliente para disolverlo y pan con manteca. Hay una tan gorda que cuando come es como si trabajara, quiero decir es como una dactilógrafa en su máquina, o un cartero con su saco de cartas, cuando devora es ella, hace su función en este mundo, se llena el cuerpo lentamente, y suspira como si ya estuviera muy cansada de este trabajo monótono y burocrático. Vi una vieja mendiga durmiendo en el suelo abrazada a una muñeca. Yo no la vi. Mis ojos la vieron. Y tuve miedo porque me dije por qué tantos pies y paraguas y perros y árboles y esta mujer en el suelo frío y por qué duerme y hace la noche en ella y por qué necesita —en su gran obscuridad— abrazar una muñeca enorme, nueva, bella, y por qué la gente necesita abrazarse a algo, y en particular esta vieja a una muñeca.

23 h
¿Por qué protesto? Es muy simple: nunca en mi vida pensé en mis circunstancias personales: escuela, familia, trabajo, relaciones, amigos. Me limité a sufrirlos como testimonios opuestos al clima de magia y ensueño de mi memoria. Luego, es natural que me dañen. Me sobrecoge mi carencia de defensas. Pienso en el suicidio. (Coqueteo con él. Como si al decirlo quisiera asustar a alguien. Pero mamá está lejos. Y tal vez no existe.) Como si aceptarme en mis circunstancias actuales llevara implícito un renunciamiento a algo fabuloso. Es el viejo problema. De todos modos, yo no existo. Soy un ser evanescente: la hija del aire, enamorada del viento.