Es menester volver al silencio y pensar.
Asombro de ser yo.
En verdad, el asombro, a pesar de su valor maravilloso, en mí significa desarraigo, un no sentirme en familia en el mundo, como si hubiera ido por unas horas a visitar la casa de un pariente raro, y yo contemplo los muebles y las paredes extrañada, llena de pasmo y de admiración.
Certidumbre de mi muerte próxima, cercana, deducida de la imposibilidad de imaginarme en el futuro.
El tiempo y los Conway. No quiero ser Kay.
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