23 de septiembre de 1954

Conversación en una mesa del Jockey Club entre un pintor famoso, un pintor principiante, un poeta maduro, un poeta principiante y un estudioso del psicoanálisis. Tema: la bombacha obsesiva.

Poeta maduro: Sé de un sádico que se relamía de placer al sacarle las bombachas a su mujer.
Aficionado al ps.:1 Es un caso aparte. Yo sé que a las mujeres les encanta que les rasguen esta prenda, siempre que no se emplee la fuerza bruta, siempre que se proceda suavemente.
Poeta maduro: Sea como fuere, lo cierto es que las bombadlas me obsesionan.

Af. al ps.: Seguramente, usted debe guardar las bombachas de sus sucesivas amantes.

Pintor famoso: Sí, porque para él la palabra «bombacha» es sinónimo de «ir a orinar». Bueno, lo lamento por las baldosas, pues dicen que orina con piedras desde que se las descubrie­ron en el hígado.

(Risa general.)

Vuelve el estudioso del ps.: el pintor famoso le pregunta palmeándole la espalda: Y, ¿qué tal? El e. del ps.2no contesta. El tema sigue girando.

Pero nos imaginamos el porvenir como un reflejo del presente proyectado en un espacio vacío, mientras que es el resultado a menudo muy próximo de causas que en su mayor parte se nos es­capan.
La prisionera3 (p. 280)


Comprobación súbita de la imposibilidad de fijar cualquier cosa. Proust describe las odiosas maquinaciones del matrimonio Verdurin para separar al barón de Charlus de Morel. En ese momento, no era posible asociar el menor atisbo de bondad a esos seres terribles en sus mentiras y complots. Pero de pronto ¡oh vida! Aparece la desgracia de Saniette su descenso a la completa miseria material. Veo entonces (como si se hubiesen dado vuelta sus almas) a dos personas que meditan desintere­sadamente la mejor forma de ayudar a su desgraciado amigo, ¿Puedo pensar entonces que son bondadosos? No, pues recuer­do la maldad e injusticia de su acto anterior (la ofensa al b. de Charlus). ¿Puedo pensar que son completamente perversos por esa maldad? No, pues el discreto auxilio a Saniette revela su generosidad... ;Y así ocurre con todo y con todos!
¡Oh, ángeles que nos concibieron!
¡Oh, demonios que nos parieron!

Quebrada en el diván, asisto inquieta y divertida a la ilógica ansiedad que salta dentro de mí. El temor al futuro me previe­ne sigiloso: ¿qué será de mí?
El presente truhán y bohemio no admite amonestaciones verdosas y macilentas. Los anhelos vierten su sed infinita en mi cáustica, desconcertada interioridad.
Entro en una librería desconocida. Me dirijo a los anaqueles coloreados, llena de curiosidad y tensa de emoción. La espe­ranza de hallar «algo nuevo» es quebrada por la voz del em­pleado que me pregunta qué títulos busco. No sé qué decir­le, Al fin, recuerdo uno. No está. Hubiese querido seguir mirando, pero sentía sobre mí el peso de esa mirada comercian-te, tan estrecha y desaprobadora ante alguien que «no sabe» lo que quiere. ¡Siempre lo mismo!
¡Siempre hay que aparentar la posesión de un fin! ¡Siem­pre el camino rectamente marcado!


1. Ps.: psicoanálisis.
2. Estudioso del psicoanálisis.
3. Marcel Proust, En busca del tiempo perdido

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