7 de Agosto de 1955

Encuentro unos viejos papeles escritos allá por el año 53 o 54. Me confunden y lastiman. ¡Cuánto adelanté! A pesar de la torpeza literaria que demuestran, hallo más coherencia que en los escritos actuales. Coherencia ingenua debida a la igno-rancia de muchas cosas esenciales. En esa época, pensaba que con conocer mi interior, ya estaba resuelta la duda antropoló­gica: ¿qué es el hombre? Pensaba que la fe es importantísima. Pensaba que la muerte no es para mí. Ni la soledad. Ni el arte. D. M. me invitó a participar en un concurso literario, de cuyo jurado forma parte. Se me ocurre que no debo intervenir pues D. M. es pseudoclasicista y dijo que mis poemas: «son muy buenos, pero un tanto osados». ¡Osadía! Escribo como pue­do. Jamás sería capaz de escribir un soneto ni una apología al jardín de esa plaza. Jamás sabría componer un alejandrino ni calcular una rima. No lo lamento, pues D. M. tampoco «sabría» hacer ninguno de mis poemas.

Caminando con A. Cuadrado. Alguien lo detiene. Es un hom­bre muy feo. Con el rostro escamado y la sonrisa tonta. A. C. me presenta «una poeta que comienza y un poeta que finaliza». Su nombre es J. Bioy (primo de Bioy Casares). Le sonrío mucho pues me da lástima. Se va. Arturo me dice que está loco. Que está internado en Vieytes7 y a veces sale para embriagarse y es­cribir. Me sube el llanto. Se me ocurre que es un verdadero poeta (los que sufren del dolor mundial). Contemplo a Arturo, tan seguro tan mundano («está loco, Alejandra, por culpa de una mujer como tú», dice, bromeando). Me asquea. Lo odio. Pienso en el poeta loco. Quisiera darle algo. Me estremezco. ¡El pobrecito es tan feo!

Hoy me visitó Claudia Bologna. La traje a mi cuarto con «ma­las intenciones». Me dijo que se siente indefinida, que no sabe qué hacer, que se aturde para vivir, que odia este país, que admira locamente a Francoise Sagan. La encontré parecida a mí, pero sin mis angustias y sensibilidad. Me causó cierta repulsión. Comencé a decirle que nada logrará bebiendo o besando jóve­nes, que si desea enfrentar al mundo debe situarse seriamente ante él y sacrificar dolorosamente inmensos placeres. Que la vida es muy dura. Que es muy lindo aturdirse pero que a nada conduce. Que nadie está definido y que no se preocupe por eso. (Yo «creía» que se refería a su situación sexual. Se alegró terri­blemente cuando le narré ese reportaje que hice a Mecha Ortiz.8 Manifesté también que el libro de F. Sagan9 no tiene mucha tras­cendencia. (Es cierto. Lo considero bueno para leer en el tren o en la sala de espera del dentista. No me identifico con él ni lo admiro.) Sólo me gusta el título y el pseudónimo de la autora (reminiscencias de Proust). Admití que tiene buena técnica novelística.


7. Así se llamaba el Hospital Psiquiátrico de Buenos Aires, hoy conoci­do como Hospital Borda.
8. Actriz de teatro argentina..
9. Bonjour tristesse, de Francoise Sagan, traducido al español ese año en Buenos Aires.

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