1956

VERANO

tanto miedo Alejandra
tanto miedo
la nada te espera
la nada
¿por qué temer?
¿por qué?
por más imaginación que tenga
no puedo esbozar la muerte
no puedo pensarme muerta
¿he de tener esperanzas?
¿he de ser eterna?
¿qué es entonces este vacío que me recorre?
¿qué es entonces la nada que camina por mi ser?
Sólo sé que no puedo más
siento envidia del lector aún no nacido que leerá mis poemas yo ya no estaré
No comprendo el anhelo de «lo fantástico», ni a la literatura de «misterio». Es que ¿es posible hallar más misterio que en la propia existencia?
¿Qué tienen los viajes que producen tanta alegría? Aun el más breve sugiere algo a modo de renovación, o de muerte.


Mar del Plata, 2 de febrero

1
El mar le hizo cosquillas a una mujer que salió gritando: «¡Encontré un fantasma! ¡Encontré un fantasma!».

2
Las olas flirtean con el sol... pero las escolleras observan y luego
lo comentan, con gran escándalo de un viejo pulpo.

3
El mar quería sacarme el traje de baño para tocar mis pechos;
yo no lo dejé pues aún no existe «confianza» entre nosotros.

4
Un niño lloraba porque lo mordió una ola; ésta, de lejos, sonreía
traviesa...

5
El mar no sabe de dónde viene ni adónde va, a pesar de las mil teorías al respecto.

6
Esa ola pisó la sombra de un hombre, que huyó avergonzado.

7
El mar gritó de alegría cuando un pájaro de papel rojo le pisó
la espuma.

8
El mar firma con su pseudónimo [falta texto].

9
Todos los años el mar realiza un acto de alegría. La causa: la
posesión de su amada Alfonsina Storni.

10
Cuando miro el mar, el sol se siente celoso y me oprime los ojos.

11
Pensé que era una ola encendiendo un cigarro: luego vi al barco.

12
El mar se enredó en el corset de una mujer, mientras las olas
se morían de risa.

13
El salvavidas es el pendiente de esa ola tan coqueta.

14
Las olas luchan en el crepúsculo, cansadas, llenas de sueño.

15
Una ola arrastró un zapato viejo. Un señor se lo puso y le dijo
«gracias». La ola tendió la mano a la espera de la «propina».

16
Cuando el atleta entró al mar, una ola, pudorosa, se bajó la falda.

17
Conmovía aquella olita que tenía miedo de saltar.

18
El mar se restrega los ojos todas las mañanas, cuando el barco toma el café con leche, y las lunas se [ilegible] y se maquillan con mermelada.

19
En los carnavales, el mar es humillado a la categoría de obje¬to: lo revuelven y tiran sobre los cuerpos, y a él le da vergüenza esos aullidos de terror de las mujeres gordas.

20
Una ola se suicidó al ver su retrato tremolando [falta texto].

¿Qué nos queda para esperar? ¿Para qué luchar? ¿Cuál es el fin? Preguntas, palabras, frases, estamos llenos de definiciones, de conceptos, de ejemplos. Pero la situación de la juventud se detiene en el signo de interrogación. Mis diecinueve años me conceden el derecho de decir algo, de agregar algunas confusas explicaciones a este caos que estamos viviendo. Nos llaman «la esperanza de la patria», nos dicen que tenemos «el futuro abierto y virgen» y que la vida, como un juguete fácil de manejar, «es nuestra». La tenemos, es cierto. Pero ¿qué hacer con ella? ¿Tenemos ideales? ¿Tenemos algo que nos sostenga? ¿Qué podemos hacer, si estamos solos, sin Dios, sin fe, sin nada? Nos habla de la trágica situación general, de las dos guerras mundiales, rezagos del existencia-lismo francés nos congregan en los cafés para... ¿para qué? Ni siquiera somos «existencialistas legítimos». Ni ateos. Ni revolucionarios, [ilegible] entre los estudios, las religiones, las ideas, con una debilidad espantosa. Nada nos conmueve. Nada estalla en nuestro medio. ¿Los intelectuales? ¿Algún joven ha escrito un libro de poemas que haya tenido resonancia general? ¿Algún cuadro de un joven pintor pasmó al público? ¿Qué ocurre con nuestra sangre, con nuestra vehemencia? ¿Hemos de practicar esnobismo en la conocida esquina céntrica, entre la confusión del sexo y un equívoco deseo de olvidar la vida? Pues ¡sí! ¡Hagámoslo! Sangre vital, ebullición febril. ¡Sí! ¡Sí! ¿Dónde están los renovadores, los creadores, dónde está la juventud que juegue legítimamente con las únicas palabras verdaderas?

Oye, Alejandra, niña triste de la ciudad: acá van tus poemas, esos trozos condensados de tu angustia, que tú has decidido historiar.

Hoy cumples veinte años, y por eso te obsequias tus poe¬mas vestidos de fiesta. Te has maquillado, puesto hermosa, y tus labios apagan veinte llamitas.

Pero la situación real es muy otra. ¡Alejandra! Has vestido de fiesta a tu sangre, a tu angustia. Tú no lo quieres, ¿verdad? Tú deseas escribir silenciosamente, esconderte, no mostrar los poemas a ser humano alguno.1

hoy es carnaval

y yo tengo diez y nueve años dos amores mil libros y una foto de Picasso

pero hoy se me cae el llanto al vacío porque pienso en la vida

Alejandra, preguntáronte «cómo te trata la vida». Tú dijiste: No la conozco.

Alejandra, esta noche rogaremos por nuestros compañeros de angustia: Pascal, Unamuno, Huidobro y Vallejo.

Futuro
me dicen
tienes la vida por delante
pero yo miro
y no veo nada

Rezo
pequeño poema
no me huyas
no armes abismos
entre mi alma y tú



1. Cumplía años el 29 de abril, de manera que pudo haber escrito esta anotación en abril de 1956, y no en febrero en Mar del Plata.

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