12 de Noviembre de 1955

Terminé de leer el libro de B. Casares. ¡Muy bueno!

Me siento maquinal. No quiero pensar. Me atormenta el interrogante de mi «vital necesidad» de escribir. ¿Qué he de crear? ¿Qué? Es una pregunta que gira y gira.

He leído un cuento de Evelyn Waugh: «Amor entre ruinas». ¡Qué bien escribe! Me ha gustado la introducción y el final. Compruebo que es muy difícil «presentar» una obra. Creo que eso es el «algo» que advertía en Bioy Casares.

Además, la mayoría de los escritores comienzan sus novelas en una forma común para todas. Por ej.: K. Mansfield (como muchos) empieza con un decorado natural, señalando el tiempo, los ruidos y los movimientos de los pájaros. Personalmente, esta forma es la que menos me gusta. ¡Cuán lejana de las maravillosas «magdalenas» de Proust! He leído un cuento de Henry James. Es un cuento extraño y sutil. Hay algunas cosas que no entiendo: ¿Pensó realmente Warren Hope en el desquite que tendría al publicarse las cartas de L. Northmore?

¿Lo deseó?

¿Y su exceso de modestia?

En un momento dado, pensé que el libro de N. tendría éxito pues estaría formado por las cartas de Warren que todos decían «no tener».

Lo que me admira de este cuento es que comienza con la muerte de dos hombres que siguen siendo los protagonistas por medio de seres vivos pero horrorosos, que están allí como instrumentos, aún la sra. Hope aparece velada, fantástica.

Está muy bien ese «pase» del tiempo que hace James: para llegar de enero a marzo, dice que madame Hope «se volvió contra la pared» (en enero); unas líneas sobre sus malestares y se «levanta» en marzo.

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