Martes 17 de Enero de 1961

Historia de una confabulación de sombras para expulsar de la noche a la pequeña sonámbula.
Sensación del precio del silencio y de la soledad. Trabajar para ganarlos. Como si te prestan la vida, o te la alquilan, y tú la pagas en lentas y dolorosas cuotas. Vocabulario comercial. No otra cosa se espera de una «histérica muchacha judía».
Variante de los sueños de Betina: una muchacha se enamora exasperadamente de un joven. Lo encuentra por azar en la calle y decide contarle que sueña con él desde hace tres meses. Ella conoce Freud y no deja de salpicar su relato con zapatos, barcos, escaleras y grutas ávidas. El joven no se conmueve y bosteza sin disimulo. La muchacha se va llorando porque acaba de descubrir que su objeto amado no es en modo alguno el joven aburrido que la escuchaba apenas sino el otro, el de los sueños inventados para fascinar al que creía amar. Todo esto se complica pues después de un período de amor delirante por el entrevisto en el sueño-mentira descubre que el posesor de ese rostro es alguien que fornicó con ella (en broma) a los ocho años. De ese coito de juguete resta una cara que entrevio ese día en su relato al indiferente, cara que la conmovía tanto por su semejanza con la del padre fantaseado en las largas noches insomnes de su infancia insatisfecha.

Soy yo quien se va
pero eres tú quien me dice que me vaya:
no has venido.

Lunes 16 de Enero de 1961

Comienza a devenir adulta en mi relación con la literatura. Ser adulta quiere decir preferir Ulises al Retrato del artista adolescente, quiere decir considerar en una ficción su inventiva, su desarrollo, su lenguaje; quiere decir no amar o admirar solamente por identificación o catarsis.
¿Y Henry Miller? Ni él es adulto ni sus lectores fervorosos. Suelo pensar que la literatura adulta es la de Borges, par exemple.

Sábado 14 por la mañana. Enero de 1961

Soñé con Octavio P. Yo tenía un automóvil muy grande y muy viejo y no sabía qué hacer con él, dónde dejarlo, adonde ir. Después, Octavio se queda con Towas (¿o era lunel?) Y yo me quedo sola con mi gran automóvil.

Viernes 13 de Enero de 1961

Desperté con estos versos en la memoria:
ó saisons, ó chateaux quel ame est sans défaut.

Miércoles 11 de Enero de 1961

Comienzo a darme cuenta. La economía existe. La política existe. Todo eso existe a causa de que yo no puedo pasarme el día leyendo y haciendo poemas. Pero aún me parece tan absurdo, tan irreal que yo tenga que trabajar para vivir...
Lo que falla en los poetas mediocres es el tono, un cierto ritmo peculiar, algo personalísimo que reconocemos en los poetas auténticos.

10 de Enero de 1961

Almorcé con T. Una pura, una absoluta. Discusión interminable sobre la otredad y la unidad. Yo, naturalmente, fanática de la otra que soy. Por lo que me decía deduje que estuvo hablando de mí con Z., ambos censurando mi reiterada frase: «Yo, que tanto cambié en París». Me gustaría que pudieran sentir, un solo día, lo que yo toda mi vida: morir de incoherencia, de deseos irreconciliables, asistir maniatados y amordazados al caleidoscopio infame que forman las más horribles escenas de infancia sucedidas en una ruptura total con lo inteligible y lo esperado.
Le bleu du ciel, de G. Bataille. Todo libro importante parte de las obsesiones de su autor. Así yo, si no muero muy pronto, escribiré la historia del «rostro que tengo en las entrañas dibujado». Tal vez mi vida es sólo un penoso prepararse a escribir esta historia.
El adorado yo, la infancia cercana, los sueños de gloria, la vanidad.

9 de Enero de 1961

Qué pasó para entrar a cantar, de repente, la canción de la quemada.
Me dolía la memoria, me dolían los ojos, me dolía el espejo en que me miré.
Habían hecho harapos mi amor y mi cordura.
Creía en su rostro y creía en la inocencia detrás de mi mirada.
Me presenté: te doy, te soy.

5 de Enero de 1961

Muro roído, casa donde no hay nada; hay y haber y nada y el muro. Esperar, voces y mi espera, ninguna voz tuya, ausente, ausente, un mar de muros enumerando mi memoria, te espero más desnuda que un muerto, que una palabra.

4 de Enero de 1961

La palabra deseada, la que se hará dulcemente entrar en el viento. Y yo, filóloga inerte, miro izarse a la deseada, virgen innombrablemente mágica en mi cerebro primitivo. Tal vez quise decir «no», tal vez quise decir «sí», tal vez dije «no» porque el «sí» se acopló al viento. (Si el no amanece sí, tant pis pour moi.)
Y he sufrido con las palabras de hierro, con las palabras de madera, con las palabras de una materia excepcionalmente dura e imposible. Con mis ojos lúbricos he pulsado las distancias para que mi boca y las palabras se unieran furiosamente.

3 de Enero de 1961

Si trato de escribir de mí es para conjurarme.

Siento que me acerco al final. No sé si vendrá la locura o la muerte. Hace tiempo que estas palabras se vaciaron para [falta texto]. El pasado me invade. Cae en su maldad más pura; lo que sufrí está aquí. (Imposibilidad de describir concretamente lo que me atormenta).
Y debo escribir de mí, debo tratar de hallar palabras para explicar. Tengo miedo.
Sentimiento de lo provisorio. Escribo rápidamente y miro el reloj. Temo no tener tiempo. ¿Cuánto viviré aún? Leo con urgencia, miro y es vertiginoso. Corro. Adonde corro. Hay un cuchillo, algo presto a decapitarme. Nunca sentí más miedo.

El deseo antiguo, vehemente, procaz y precoz de tocar el sexo de mi padre.
El deseo. No. La obsesión por las llaves de la cocina eléctrica: una vez que la cerraba, que yo sabía que la había cerrado me obligaba a retornar para verificarlo una y otra vez hasta irme llorando de histeria.
Lo más importante es esto: durante mis alucinaciones habituales hubo varias veces la irrupción de un miedo infantil a quedar retenida en ellas, a no poder salir. Varias veces, en noches como ésas grité llamando a mi madre. Ella prendía la luz de su dormitorio y venía a mi pieza, sin inquietud, como si fuera natural que yo sintiera miedo y pesadillas y alucinaciones.
Tengo miedo, le decía.
Acostate y dormí, respondía.
Nunca mencionábamos esos sucesos. (Eran parte de la noche)
¿Cuántos años hace de esto? Dos, tres; no sé.

¿Cómo estudiaba Matemáticas? ¿Por qué daba exámenes tan brillantes? Porque estudiaba para ella.