Domingo 27 de Octubre de 1957

Quiero llegar a ser lo que ya soy.

Empecé a leer a Neruda «en serio». Neruda es un verdadero poeta, un auténtico vidente. Sus pies están muy adheridos a esta tierra pero algo lo lleva a una patria mucho más original y cierta (hablo de las Residencias). Es curioso que a veces se obliga a detener su vuelo poético, como si tuviera miedo de caer en la realidad de la fantasía pura. Su insistencia en los objetos trizados, en los fragmentos que más que dispersión impresionan como una unidad terrible, romántica, no deja de desalentar. A pesar de su grandeza no suscita en el lector esa admiración mezclada de amor que sucede con Rilke, con Hölderlin. Es que Rilke me toma la mano y me habla suave, hondamente, y su voz recuerda algo que jamás fue en verdad, su voz es reminiscente de algo que viví sin haberlo vivido, como si fuera un acontecimiento que me sobrevino en otra vida, muy antigua, inmemorial, pero más verdadera que ésta, o como si hubiera degenerado en ésta.

Descubro que mis poemas son balbuceos. Necesito leer más poesías, averiguar la forma, la construcción

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