Junio de 1955

Aparentemente cada cosa tiene su sustituto. Sustitución que se sucede infinitamente. Yo creo que nada se reemplaza.

En este momento, estoy escribiendo sobre la mesita de un café. A intervalos imprecisos suspendo la pérdida del líquido tinta para compensarla mediante el líquido té. Sé que es una sustitución irrazonable. No cuerda. Pero no es esto lo que yo quiero expresar. Intento fijar este momento in-sus-ti-tu-i-ble. Mañana podré estar acá de nuevo haciendo y pensando lomismo [sic]. Pero nada se igualará a esta inefable presencia angustio­samente temporal.

Ninguna dificultad se compara a la de explicar pacientemen­te a una persona mediocre la raíz de nuestro desencasillamiento. De nuestro disconformismo. De nuestra inmoralidad.

El hastío es una botella llena de agua mineral con un peque­ñísimo agujero en el fondo; cada minuto pierde una gota. Es cuestión de esperar que se vacíe o estrellarla aguantando el infernal estrépito.

Se habla del sol, de la luna, de las estrellas. ¿Y si no se­rían [sic] más que prejuicios que nos obsequiaron al nacer? Prejuicios contra la posibilidad de su no-existencia. Sea como fuere ¡que no llegue jamás el momento de abrir los ojos!

¡ ¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!!, gime César Vallejo.

Quisiera pensar en algo sublime. En el nacimiento del Hombre, en los sacrificios de Oriente, en el asta de la bandera de Etiopía. Quisiera electrizar mis ojos y sacudirles su inercia domésti­ca. Quisiera levantar mis piernas, manchar el cielorraso, arrodi­llarme junto a un sapo ahogado, clasificar los tonos de un pétalo, registrar los bolsillos del rey de Suecia, distinguir al tacto los cuatro reinos animal, vegetal, mineral y humano, revivir los éx­tasis de Juana de Arco exhalando albores para destruir el fue­go, recoger las mieses de una chacra irlandesa, pasear a hurta­dillas por la nieve muda de Siberia, regatear bambú en un kiosko chino, sonreír al simio en la negrodorada noche de un uke-lele sorbiendo un coco de la isla de Hawai, elevar los párpados, subir a lo más alto, agitar los brazos como campanillas estreme­cidas y gritar a Todo: ¡Soy universal!

Suena el despertador. Estiro mi angustia. Desmenuzo el frío vistiéndome en la auténtica oscuridad que enmarca las 6 horas.

A lo lejos, los flacos pómulos de mi amado César me susu­rran conmovidos: ¡ ¡Ya va a avenir el día / ponte el cuerpo!!

C'est la vie mort de la Morí!

En estos momentos el Universo se reduce a cuatro paredes, trescientos libros, ruidos prosaicos, mi fantasma vagando y mi alma ansiosa de esparcir tentáculos en todas partes. Madame Angustias sonríe orgullosa de su nuevo vestido. «¡Adonde vaya habrá sed de correr!» ¿Pero es que hay algo más dramático que esta pobre alma mía en las cuatro paredes, llorando y gimiendo por reproducirse en todo? «¡Galeote dramático, galeote dramático!» «¡Es como si me hubiesen puesto aretes! / ¡Es como si me hubiesen orinado! / ¡Es como si te hubieras dado vuelta! / ¡Es como si contaran mis pisadas!»

¡Amado Vallejo! ¡Mi adorado poeta triste! ¡Tú con tus huesos hambrientos y el pelo revuelto y la nuez anhelante y el torso partido y el sentir escabroso y la soledad y el sexo balbuceante v la soledad y el ojo vestido de gris y la soledad y el amado lloro de siempre y la soledad y los golpes de la vida tan fuertes y la soledad y el yo no sé, el porqué de tanto daño de tanto golpe duro y malo, de tanta suciedad pendiente y la nada y lo horren­do y el mefistofélico bastón en quien no apoyarse y el bendito Dios que camina junto a ti y el terrible exilio de los eternos fugitivos, y las calientes lágrimas una más una hasta la ecuación imposible y los dulces monos de Darwin agitando veinte de­dos por cabeza y el tric-trac de los huesos pidiendo un trozo de pan en que sentarse y y y y la soledad el llanto la angustia la nada y la soledad!!!! ¡ ¡ ¡ ¡Amadísimo queridísimo César!!!! ¡ ¡ hasta cuándo!! ¿¿Siempre?? Lloro.

¿Sabéis en qué consiste la individualidad?

En la voluntad consciente. En la consciencia de que uno posee una voluntad y que es capaz de actuar. Sí, esto es, dicho de un modo maravilloso.
Diario de Katherine Mansfield

Soy un signo de interrogación rodeado de ojos y de fuego. Mi liase es un cenizero [sic]. Mi cabeza es humo que asciende en ondas grisazuladas.

¡Bah! Y vuelvo a decir con Rimbaud: Encuentro sagrado el desorden de un espíritu.

El Dr. R. dijo que un cuento es una novela frustrada.

Disciplina. Orden. Aprendizaje.

Estudio gramática.

¡Pensar que mientras yo fumo tranquilamente mi inconscien­te se debate entre una vida árida o productiva! Y todo este escándalo electoral tengo que soportarlo dentro de mi pequeño cuerpo. ¡Pesada cruz!

No sé escribir. Quiero escribir una novela, pero siento que me falta el instrumento necesario: conocimiento del idioma. Creo que editarla sería lo de menos. Me considero predestinada a encontrar siempre un editor. ¡No en vano una vive en pose! Ironías aparte, ¡mi problema esencial es escribir escribir y escribir!

Observar esos árboles con ramas que parecen agujas de cera inclinadas promiscuamente por el viento. Uno de ellos sombrea­ba un alto y angosto edificio. Arriba, la terraza se dejaba acari­ciar por un cielo azul sucio. 7 y 1/2 h. La Boca.

Hojeando las novelas policiales se me ocurre preguntar cómo es posible escribir tanto sin decir «dolor», «vida» o «angustia». Aborrezco esa estúpida deshumanización. Ese actuar sin raíz. Ese horroroso desprendimiento de lo más vital e importante. Debe ser por eso por lo que he dejado de ir al cine. Cierta es­cena de A Streetcar Named Desire.1 Aquella en que una mujer (madame Lamort) gime: ¡ ¡Flores para los muertos!! ¡Nada más sublime! Fue como darme un diploma de Neurótica honoris causa. (Muchos espectadores se rieron.)

1. En español conocida como Un tranvía llamado deseo. A. P. recurriría más tarde en distintas épocas, y en varias prosas y poemas, de madame Lamort.

2 comentarios:

  1. Hola compañero de tinieblas ¿Podrías decirme cuál es la página exacta de este fragmento? Muchísimas gracias por tu atención.

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    1. Hola Anónimo. Tengo la tercera edición de Lumen España. Está en la página 23. Hay unas ediciones nuevas que no sé si serán iguales. Saludos.

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