Miércoles 30 de Abril de 1958

Fiestas de J. Goytisolo. Un algo de Faulkner. Pareciera que con una linterna enfocara diversos personajes —a los que presenta plenamente, en calidad de primeras figuras— para luego reunidos y que juntos continúen la trama. Me recuerda el cine neorrealista. A medida que leo esta novela descubro que jamás podré obtener la poesía de la acción, como hace J. G. Es más: no puedo describir una acción continuada, que se deslice naturalmente. ¡Ah! Es que mi fluir interno no transcurre así, mejor dicho, no transcurre en absoluto. La única poesía que puedo concretar es la expresión de mi suceder anímico (sucesión que responde a un tiempo carente de pasado, de presente y de futuro) o la descripción de mis fantasías —descripción fantástica, onírica, infantil y mística, pero que en mí funciona como razón, entendimiento y pensamiento—. De allí, que la idea de hacer una novela al estilo «ortodoxo» es decir, narrando, significa elegir lo que es más opuesto a mi naturaleza. (Gide, diario de Du Bos.)
En cuanto al diario de Du Bos, lo que más me interesa es su forma de leer los libros y su afán de penetrarlos hasta el infinito. Pienso, ahora, que yo y todos los que leen como yo, los infinitamente alejados de la riqueza crítica de Du Bos, no leemos sino que pasamos la mirada por las páginas. No obstante, intuyo algo en Du Bos que no deja de fastidiarme: una suerte de impotencia creadora más una gran desconfianza en sí mismo. Por otra parte, me impresiona como un viento frío que esas anotaciones sobre algunas cosas de arte constituyen un «diario». La razón debe estar en el hecho de que no se puede o es casi imposible escribir un «diario» con la intención, a priori, de publicarlo.
Hoy he leído todo el día. Algunos poemas de Cernuda halagaron mi tristeza. Extraña es la poesía. Cada día me sorprende más. Y no es que quiera interpretarla o deslindarla, no, me siento bien en mi asombro ante ella. Mi dificultad reside en reconocer como poemas una cantidad de obras así llamadas. Aún Cernuda, que comienza a gustarme bastante, me suscita dudas. En el libro Las nubes que es el que estoy leyendo pareciera que lo poético no fuera un salto de dentro hacia afuera sino al revés. Por ejemplo, el poeta mira la luna, la ve eterna en su «virginal belleza», y la describe en el poema como la observadora inmortal bajo cuya mirada los hombres efímeros nacen y mueren. (Algunas imágenes apelan a la historia.) Ahora bien: todo esto es tarea externa. Sé que estoy errada pero prefiero que cada uno escriba sobre su propia luna, sobre su noche. O que se introduzca dentro de la luna (Trakl, Rilke). En suma: que no se describa la realidad visible sin haberla transmutado antes, o sustituido, o hecho caso omiso de ella.

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