21 de Abril de 1958

He pensado en la novela. No la comenzaré con mi infancia. El solo hecho de recordarla [me] cubre de cenizas la sangre. Sólo algunas angustias, algunos sucesos lamentables, sobre todo lamentablemente sexuales.
No confundir la irrealidad poética con la irrealidad neurótica. A propósito de los ensueños edípicos: ¿qué hacer si se ha carecido de padres? Trascenderlo de alguna manera. Lo esencial es comprender que ya no soy una niña sino una mujer, sino y sobre todo una mujer. Rien qu'une femtne dans le silence de la solitude.
Descubro mi violento amor propio. Mi susceptibilidad ante la menor desatención de la gente para conmigo es tan enorme que me transformo en una muerta. De allí que alguien habló de mi serenidad y de la falta de obsesión en mi comunicación con los otros. La verdad no es así: toda prueba de amistad o de adhesión a mí es tan desfalleciente en relación a lo que pretendo que no puedo hacer otra cosa que entrar en un silencio vestido de dignidad pero palpitante de desilusión y de congoja infantil.
No puedo aceptar otra realidad que la del arte. Este mundo es horrible. Pero pienso que la medida de cada uno la da el empleo que se hace de la propia soledad y de la angustia. Más que «valentía» hay que decir «inocencia».
«Aún hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz terrestre.»
Ello no impide mi anhelo de muerte, de dormir, al fin, y no despertar jamás.

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