20 de Mayo de 1961

Una loca gritaba en el jardín del hospicio Sainte-Anne. Dos hombres la arrastraron hacia un pabellón gris.

Por la tarde, desde el ómnibus, vi los últimos reflejos del sol en el Sena. Los paseantes parecían figuritas recortadas. Me acordé de un cuadro de Rousseau, el de la niña idiota. Y he sabido que mi esfuerzo atroz por vivir como una adulta, ganarme la vida, pensar, amar, es una imposibilidad de imposibilidades. Las figuritas inofensivas en la lejanía me eran detestables con sus ojos vacíos y sus caras viciosas. Es preferible gritar en el jardín, dije.

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