15 de Mayo de 1961

«Me creo en el infierno, luego estoy en él.» Pero no es el infierno. Es algo tan poco simbólico y evidente como un cuchillo hundido en la garganta. Dentro se quema, se rompe, dices que me voy a desvanecer pero no es así, no es así, es sólo un súbito no poder hablar, un buscar a qué asirte porque algo, de pronto, no te deja. Qué cosa no te deja. Qué quisieras hacer que eso no te deja. Quisiera hablar, quisiera escribir, quisiera contarlo de manera que no se preste a confusiones. Miseria viva de la que ronda en el espejo. Los que mueren de hambre me hacen morir de risa. Sería tan fácil decir tengo hambre, exigir el derecho a una continuidad de mis visceras, tan fácil robar, asesinar, ganar derechos, leyes, aperturas a algo que tú sabes dónde está. Pero lo imposible es estarse en cualquier lado, en un café, mientras realizas una inofensiva visita, porque súbitamente un ruido a cosas de lata girando, a cintas de lata, a algo sumamente oxidado que rueda lentamente por tu pecho (pero en la parte interior, en la parte interior siempre). Todo sucede entre la cintura y la garganta (en lo interior, siempre en lo interior) y yo tiemblo, yo no hablo, yo tiempo, yo espacio, yo busco adonde asirme para no caer pero yo no caigo, estoy clavada en mi asiento mientras dentro trepida, me lleva para donde quiere, dolores giratorios que no son dolores, veo doble, veo triple, no veo nada, no puedo levantar los ojos, vértigos, mareos, pero lúcida no obstante, sabiendo que no hay nada, no hay nadie a quien asirse. Algo te quiere morir y dejarte viva, algo te aleja de cualquier gesto conocido, de cualquier recuerdo familiar. Tu sentimiento de abandono quisieras gritarlo aunque fuere en el parque entre las hojas muertas y la turbia soledad verde. Miseria misteriosa. Quisiera verlos a todos viéndome a mí, súbitamente poseída por una rueda dentada y oxidada que gira lentamente en lo interno del pecho, ¿o es en la memoria?, ¿o es en el cerebro? Si fuera una enfermedad horrible, algo con nombre y final. Pero esto no terminará nunca. Algo te obsesiona, te siniestra, te remite a una zona espantosa en la que sólo hay miedo y miedo y miedo.

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