25 de Abril de 1961

Tristeza de los libros eróticos y tristeza del erotismo. (Una vez terminado el acto de amor hay una tristeza de deseos apagados, un desorden mudo, un arrepentimiento absurdo.) Sade me hace morir de tristeza, Restif de la Bretonne me aburre, Casanova —el más lejano, casi irreal— no me resulta erótico, y los italianos (Are-tino, Baffo, Nicolás Chorier me divierten y me angustian. Ayer leí les Mémoires d'une chanteuse allemande.

Pero digamos que la obscenidad, todo lo que es erotismo de una manera rara y distinta, me halla disponible. Odio las posturas «naturales», las palabras tiernas y ya conocidas. Pero ¿qué es distinto, qué es raro? ¿Las posturas del Kama-Sutra? ¿Las del Jardín Parfumé? No sé. Pero sin una vida sexual extraña y peligrosa no puedo vivir pero tampoco puedo incorporar el escándalo a mis deseos de trabajar, de aprender, de estudiar. Imposible ninguna orgía si me levanto a las 8 para ir a la oficina. Si es orgía tiene que abolir el tiempo y si el tiempo está abolido no tengo por qué levantarme temprano para ir a trabajar. Quiero decir, hay dos maneras de vida que me seducen igualmente y que en mí son incompatibles.

E. se está enamorando de mí: por eso me atrae menos. Uno de estos días le diré que no nos veremos más porque yo no puedo amarle, ya no puedo amar a nadie, yo estoy muy lejos, muy enferma.

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