7 de Mayo de 1961

Lo posterior a la risa, lo que queda después de haberme reído es exactamente lo que queda después de haber hecho el amor toda la noche: un gusto a muerte, un desierto de cenizas. Creo que si de algo estoy dotada es de un extraño poder de metamorfosear en materia risible todo lo que miro y toco. A veces lo ejerzo con mis amigos, a veces con gente que vengo de conocer. Me interesa en especial esta última. Que te presenten un rostro grave, alguien que se toma muy en serio, se retoma y recrea con enorme respeto, y de pronto decirle algo enormemente divertido con una voz infantil, falsamente ingenua, y ver su rostro abrirse, agitarse, bailar delante de ti que lo miras como la domadora con el látigo. En verdad, mi sentido del humor proviene de mi odio a la llamada «realidad».

Por eso, deformar las cosas, las palabras, los rostros, me fascina y lo hago como quien sale a la calle con un revólver: «Entonces mataré a todo el mundo y me iré».1

1 La cita es de Alfred Jarry.

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