Viernes 10 de Diciembre de 1959

Ya está. Me estoy volviendo loca. Ahora lo sé. Tengo miedo.
Cerebro paralizado. Mejor dicho: no hay cerebro, no hay pensamiento. Mi cabeza está hueca. Y ahora sé que hace muchos años que estoy loca. Pero antes me engañaban las imágenes, la fantasía. Ahora se han ido. Ni conciencia ni inconsciencia. Ni mundo externo ni interno. Vacío absoluto. Soy una poeta cibernética. Una máquina de hacer poemas. Pero pronto fallará: nada la alimenta. Nadie la cuida.
Debiera ir a París. Allí me curaría. No lo creo. Y pensar que yo debiera ser la más grande poeta en lengua castellana. Esto lo digo por la carencia de buenos poetas. En el país de los tuertos...
Taquicardia desde el miércoles. Fumo demasiado. Pero no. Me sobreviene cuando pienso en el viaje.
Quejarme y protestar. Basta de reglas de higiene. Llorar y clamar. De todos modos, ya estoy perdida. Ya no me queda esperanza de hacer ni lograr nada. ¿Cómo sería posible si no vivo?
He dormido trece horas. Las jornadas de la vigilia son atroces. Felicidad al acostarme.
Por qué diablos me moriré. Pero ¿para qué?

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